La continuidad de los ríos es esencial para todas las formas de vida. La generación de electricidad por medio de la modificación de los sistemas de los ríos produce alteraciones ecológicas y daños a las comunidades, además de que se trata de propuestas poco sólidas en términos financieros. Las megarrepresas, las represas grandes, las represas pequeñas, las centrales hidroeléctricas de pasada y de bombeo producen efectos negativos para las condiciones físicas y ecológicas de los sistemas de los ríos.[1], [2] Las represas hidroeléctricas y sus embalses desplazan a las personas de sus tierras y atentan contra la supervivencia de quienes dependen de la continuidad de los sistemas de los ríos para cazar, pescar, atrapar y recolectar alimentos silvestres. Las comunidades indígenas y marginalizadas son a menudo las más afectadas. Los sistemas hidroeléctricos han desplazado por lo menos entre 40 y 80 millones de personas, y se estima que 472 millones de personas que viven río abajo han sido afectadas.[3], [4] El desarrollo hidroeléctrico a menudo viola la soberanía indígena y habitualmente ocurre sin el consentimiento de las personas que tienen derechos ancestrales sobre las tierras y las aguas.

Las represas hidroeléctricas manipulan artificialmente el flujo estacional de los ríos, lo cual contamina del agua y altera el suministro de agua potable. Cuando el agua se almacena en los embalses detrás de las represas, la temperatura del agua aumenta y, cuando el agua se libera río abajo, interfiere con el funcionamiento ecológico y calienta el océano. Con frecuencia, las represas obstruyen o entorpecen la migración de los peces, lo que interfiere con su capacidad de moverse libremente entre las zonas de desove y las zonas de alimentación. En menos de 50 años, se ha registrado una disminución general de 76% en promedio en todo el mundo en la migración de poblaciones de peces de agua dulce.[5]
Las represas hidroeléctricas y sus embalses son una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero. [6] Las emisiones provenientes de instalaciones particulares pueden llegar a exceder las de combustibles fósiles.[7] El 79% de las emisiones de gases de efecto invernadero de los embalses hidroeléctricos son de metano, un gas que es 86 veces más potente que el dióxido de carbono en términos de aceleración del cambio climático en el transcurso de una o dos décadas.[8], [9] El metano que proviene de los embalses hidroeléctricos constituye más del 4% del cambio climático provocado por factores humanos. En la primera década después de la construcción de un nuevo sistema de generación de hidroelectricidad, se producen más emisiones de gases de efecto invernadero que en la quema de carbón, a través de las emisiones continuas de metano de los microbios que se alimentan de la vegetación inundada.[10] Esto significa que los nuevos proyectos hidroeléctricos provocarán un aumento marcado en las emisiones de gases de efecto invernadero actuales, en un momento en el que estamos buscando maneras de frenar la crisis climática. Los ríos también desempeñan un papel importante a la hora de moderar el clima. [11], [12]

Las represas hidroeléctricas estimulan la producción del metilmercurio, una toxina bioacumulativa, pues liberan el mercurio de la vegetación y los suelos al agua, a través de la cual ingresa en la cadena alimentaria. Las personas que consumen alimentos provenientes de estos sistemas de ríos se exponen al metilmercurio. El 90% de las propuestas nuevas para proyectos hidroeléctricos en Canadá expondrán a las comunidades indígenas que dependen de la recolección de alimentos en la naturaleza al metilmercurio.[13]
La energía hidroeléctrica constituye dos tercios de la llamada energía renovable del mundo. La hidroelectricidad no es una fuente de energía renovable solo porque la precipitación para hacer funcionar las turbinas cae del cielo. Solamente un tercio de los 177 ríos más largos del mundo fluyen libremente, mientras solo 21 de los ríos que superan los 1000 kilómetros conservan una vía directa al mar.[14]
Por lo menos 3700 nuevas instalaciones hidroeléctricas (de más de 1 megawatt) se proyectan o están construyéndose en todo el mundo.[15] Se espera que la producción de hidroelectricidad crezca entre 45% y 70% hacia el 2040.[16] Pocos beneficios surgen de los nuevos proyectos hidroeléctricos en la transición hacia la neutralidad climática en la Unión Europea.[17]


Los proyectos hidroeléctricos de gran escala no logran cumplir con una verdadera expansión del acceso de los pobres a la energía. A menudo, se construyen para suplir la demanda de proyectos mineros e industriales, pese a que los constructores afirman que el los destinatarios de la energía son las comunidades desatendidas. En promedio, los costos de las represas de gran tamaño tienen sobrecostos por un 96% y demoras de un 44%.[18]
Los proyectos hidroeléctricos entran en la categoría de energía renovable en todo el mundo y, como tales, se los considera proyectos apropiados para generar compensaciones de carbono. De hecho, las compensaciones hidroeléctricas constituyen actualmente un 26% de todos los proyectos registrados en el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) de las Naciones Unidas. Además, los créditos de compensaciones se venden en los mercados voluntarios, nacionales y subnacionales dentro de esquemas de instrumentos de fijación de precio al carbono en todo el mundo.[19] Estos créditos se venden habitualmente a la industria de los combustibles fósiles para respaldar sus afirmaciones de neutralidad de carbono y emisiones netas de valor cero, con lo cual se perjudica tanto a los ríos y a las comunidades que habitan cerca de proyectos hidroeléctricos como a quienes están cerca de sitios de extracción y combustión. La financiación con pretextos climáticos para proyectos hidroeléctricos de gran escala genera la ilusión de que se están tomando medidas contra el cambio climático, cuando en realidad se excluyen las soluciones reales.[20]
Las represas más viejas, que han excedido o están por exceder su vida útil, están enfrentando acontecimientosclimáticos impredecibles y cada vez más intensos que amenazan la integridad estructural de las represas y pueden provocar la liberación rápida e incontrolable del agua retenida, lo cual provocaría inundaciones que afectarían a las comunidades ribereñas.[21]
Los ecosistemas de los ríos y de agua dulce deben protegerse, y debemos respetar nuestra relación con el agua. Tenemos que trabajar en pos de la liberación de los ríos, en lugar de seguir construyendo represas en nombre de una crisis climática que ha producido el hombre. Hay un movimiento cada vez más grande que busca garantizar los derechos legales de los ríos, con iniciativas exitosas en Nueva Zelanda y en comunidades como las del Consejo Innu de Ekuanitshit y el condado de Minganie, que implementaron resoluciones similares que les otorgan a los Muteshekau-shipu nueve derechos legales, entre ellos, el derecho al flujo, a la conservación de la biodiversidad y el derecho a iniciar acciones legales. Según esta perspectiva, el río es inseparable de las personas: “Yo soy el río y el río es yo”.[22]
Brazilian Movement of People Affected by Dams:
mab.org.br
Mexican Movement of Dam Affected People in Defense of Rivers:
mapder.lunasexta.org
North American Megadam Resistance Alliance:
northeastmegadamresistance.org